Lois Pereiro. Breve encontro. Un achegamento comiqueiro á biografía e á obra do poeta. |
Jacobo Fernández Serrano (Autor/a), Jacobo Fernández Serrano (Ilustrador/a) |
Colección: EDICIÓN LITERARIA>ALTERNATIVAS |
Contido Esta novela gráfica, en branco e negro, de Jacobo Fernández Serrano, primeira no catálogo de Xerais, constitúe un singular e fermoso achegamento comiqueiro á vida e á obra do poeta homenaxeado na Letras Galegas 2011. Iníciase cun breve encontro no que o autor homenaxea a película de David Lean, percorrendo cada unha das etapas da vida do poeta monfortino. Dende o seu nacemento na vila de de néboa e trens, pasando polos días de descubrimento da adolescencia, as primeiras loias en Madrid, o envelenamento e doenza posterior provocado pola colza, as viaxes europeas, as antoloxías coruñesas de amor e desamor, a edición do primeiro libro, os días da conversa ultramarina e da modesta proposición, ate a poesía última de amor e enfermidade. A novela inclúe ademáis a edición gráfica dalgúns dos textos máis emblemáticos do poeta, así como as visións do creador arredor da súa figura. Como sinalou Manuel Rivas, esta novela gráfica “non trata de condecorar a Lois nin de poñelo nun pedestal. Trata de facelo reexistir, de andar por aquí de novo”. |
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inspirada en Boucq, si se me permite- portada), no hay fronteras entre lo grotesco y lo hermoso, no existe un criterio objetivo que dé un aprobado a la atracción, ni tan siquiera el consenso de un canon socialmente aprobado se corresponde con la realidad de aquello que perturba en la intimidad. Tras Escombros y Succión, Cooper cierra una extraña y atípica trilogía que nace de la fantasía para ir acercándose a una realidad que, paradójicamente, parece más ajena que nunca, entroncando con esas visiones supuestamente deformadas de la realidad que firman autos como Cronenberg, Ballard o Witkin. O, quizás, más exactas e inquietantes que ninguna… (4) Lecturas /
La última obra de Dave Cooper llega a España con retraso. Iba a decir “como ya es habitual”, pero la verdad es que este esquizofrénico mercado nuestro ha conseguido que perdamos la capacidad de sorpresa y que las obras aparezcan por estos lares sin un calendario mínimamente descifrable. Obras a priori interesantísimas, duermen el sueño de los inéditos por tiempo indefinido, mientras que otras que parecían condenadas al olvido aparecen con tal rapidez que a poco aparecen antes de que el autor las termine. Pero al menos llega, aunque en este caso casi, casi como cruel esquela de la carrera comiquera de Cooper, que decidió tras esta obra dejar los difíciles esfuerzos del noveno arte para dedicarse en cuerpo y alma a la ilustración. Una verdadera lástima: las ilustraciones de Cooper son extraordinarias, una extraña mezcla barroca y recargada de curvas orgánicas llenas de volúmenes y de ingenuidad malsana que hacen a uno imaginar una especie de Frankenstein formado con Botero y Disney formado en la escuela nocturna de Crumb; pero sus tebeos son todavía más inquietantes y destacables. Demuestran en lo gráfico esa formación crumbiana, pero también una malsana imaginación desbordada que crea enfermizas versiones de Coconino County. Obras siempre atractivas entre las que destaca especialmente Flujo, que llega ahora a las librerías. Es tentador, supongo, resumir la obra de Cooper copn el manido “crónica de una perversión”, pero sólo se demostraría que la imaginación, más que dispararse con las cosas del sexo, se repite cosa mala, y que hay lectores que a la primera muestra de tetamen, pierden el oremus. No, Flujo es otra cosa: a primera vista, una especie de porno glamouroso de Andrew Blake, de esos de ninfas de infinitas piernas con pequeñas insinuaciones sadomasoquistas, pero pasado por el tamiz de la realidad más mundana. Cambiando los pechos diseñados a golpe de Autocad por la ubre voluminosa y caída, la cintura de avispa por el Michelín currado a golpe de chopped y el chorreo de vaselina en la lente del objetivo por sudores malolientes u otras secreciones de las que es mejor no hablar.
Pero rascando un poco esa morbosa superficie, este relato de la atracción del ilustrador Martin por su inusual modelo Tina es un minucioso y detallado análisis de ese extraño proceso por el cual la mente humana es capaz de convertir lo más inesperado en obsesión enfermiza. De cómo el mundo pierde su sentido y lo que era, posiblemente, simple soledad, se transmuta en aislamiento total que sólo deja espacio para el objeto de obsesión. Pero, también, es una aproximación a los mecanismos ignotos que mueven la atracción humana, que huyen de los cánones que marcan los medios o el arte para encontrar su propio camino. La belleza idealizada mostrada en su carnosa voluptuosidad pierde su glamour y se transforma en un puro ejercicio de exhibicionismo visceral (sirva com ejemplo la excesiva -e
Y Calpurnio un genio del noveno arte.
Hala, ya lo he dicho.
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Eeeeehhhhh ¿no pasa nada? ¡Uy! ¡Si no hay comentarios!… Me perdonarán ustedes, pero es la costumbre. Tras esas dos frases, lo normal hubiera sido recibir centenares de comentarios furibundos ante tan heréticas afirmaciones, poco más o menos que llamando al linchamiento en algunos casos o, los más amables, recomendándome un neurólogo no vaya a ser que esto sea síntoma de algún tumor cerebral en ciernes. Eso sí, con cierta coincidencia general en el uso de la expresión “¡Pero si eso lo puede dibujar hasta mi hijo de tres años!”. Con la que reconozco, estoy de acuerdo. Es verdad, para que negarlo: Cuttlas, Jim o al malvado Jack pueden ser dibujados sin problemas por un niño de tres años. Incluso mi hijo con 16 meses creo que tiene capacidad para acercarse. ¡Hasta yo puedo dibujarlos! (aunque ojo, la cosa no es tan sencilla como aparenta…). Ni siquiera es original que hace casi doscientos años ya el señor George Cruishank hacía su versión particular del Cuttlas. Verdades como templos, oigan. Pero dibujar al vaquero con cuatro palotes es una cosa y, ¡ay!, dibujar las historietas del Cuttlas…eso, señoras y señores, eso es otro cantar. Porque aquí entramos en otra dimensión completamente diferente, la de la historieta. Y resulta que, en ese juego, Calpurnio es un genio que lleva 20 años haciendo una obra maestra con los recursos más limitados del mundo: el espacio cerrado de una página y unos personajes esbozados de la forma más sintética posible, con unos palotes. Minimalismo puro y duro en el dibujo para lanzarse a la exploración del lenguaje de la narrativa gráfica con una imaginación desbordante y una ausencia de prejuicios total que le ha llevado a la fusión más impensable de medios, consiguiendo que todo sea posible en la entrega del Cuttlas y convirtiendo la serie en el mayor catálogo de recursos narrativos jamás visto, de los que han existido, existen y existirán. Porque ahora nos maravillamos de los recursos creados por Dash Shaw, Ruppert y Mulot, Ware o Yokoyama…pero seguro que este Michael Nyman del tebeo que es Calpurnio ya los uso alguna vez. Experimentando con la dinámica y la estática de la secuencia, con la composición en todas sus formas, tomando préstamos del cine, del videojuego, del videoclip, de la literatura, del videoarte, de la pintura… O de la electrónica, biología, meteorología, geografía, astronomía, topografía o tipografía, porque la imaginación desbordada de Calpurnio se ha atrevido con todo en lo gráfico igual que en sus argumentos toda opción tenía cabida: desde la parodia del género de western, por supuesto, principio y origen de la serie, a cualquier tema por extraño o delicado que fuera, desde el más trascendente al más banal, desde la actualidad a la filosofía de andar por casa, desde la simple pasión por Kraftwerk (creando los mejores comic-clips jamás vistos) a la astenia primaveral o incluso, por qué no, un cómic-sudoku o un calendario-cómic. Y, siempre, desde la ironía, desde una visión que sabe ser ácida e inteligente, ya desde la reflexión pausada o desde la pasión estética.
Admito mi total admiración por la obra de Calpurnio: después de más de 20 años al pie del cañón, Cuttlas sigue sorprendiéndome con cada una de esas entregas de una página donde uno se puede perder descubriendo siempre nuevos caminos, en una obra absolutamente inclasificable, pero que explora el lenguaje de la historieta como pocos autores han hecho en la historia.
Y que, encima, es divertidísimo.
Aprovechen la edición integral que publica Glénat. Imprescindible.
El bueno de Cuttlas es una obra maestra.
Mira que no me gusta hablar de obras en curso, pero el primer volumen de El héroe, de David Rubín, es de esas obras que obligan a la fuerza. Porque es un tebeo que contagia entusiasmo y vitalidad desde esa primera página que hace reverencia a Jack Kirby sin prejuicios, abriendo una lectura briosa e incontenible. Leer El héroe es como escuchar una de esas canciones de swing imparable que obligan a mover los pies, a repiquetear los dedos siguiendo la melodía de forma casi inconsciente. Es pasar páginas con afán infantil, recuperando esa experiencia de lector que se olvida de la razón por un momento y disfruta con plenitud de un héroe que se adapta a los tiempos, una revisión de los trabajos de Hércules que ha pasado por Jack Kirby, por la MTV y los videojuegos sin vergüenza, absorbiendo y volcando influencias culturales y mediáticas sin dejar espacio para tomar aliento.
Pero hay que tener cuidado: hablamos de David Rubín, de un autor que ha dado muestras sobradas de saber jugar con sentimientos descarnados a la par que reflexivos en sus obras anteriores y que, en ésta, oculta tras esa fachada de emoción aventurera algo más. No sabemos el qué, pero la narración va dejando pistas, pequeñas ideas sueltas apenas esbozadas que hablan del conflicto entre el héroe y la realidad, de la ficción enfrentada a reconocerse sólo como parte de la imaginación.
Muchas ideas, mucha pasión, mucho disfrite, mucho entretenimiento y, sobre todo, muchas ganas de ver la siguiente entrega de esta obra que se antoja, de momento, como extraordinariamente apetecible.
El bueno de Cuttlas
La última obra de Dave Cooper llega a España con retraso. Iba a decir “como ya es habitual”, pero la verdad es que este esquizofrénico mercado nuestro ha conseguido que perdamos la capacidad de sorpresa y que las obras aparezcan por estos lares sin un calendario mínimamente descifrable. Obras a priori interesantísimas, duermen el sueño de los inéditos por tiempo indefinido, mientras que otras que parecían condenadas al olvido aparecen con tal rapidez que a poco aparecen antes de que el autor las termine. Pero al menos llega, aunque en este caso casi, casi como cruel esquela de la carrera comiquera de Cooper, que decidió tras esta obra dejar los difíciles esfuerzos del noveno arte para dedicarse en cuerpo y alma a la ilustración. Una verdadera lástima: las ilustraciones de Cooper son extraordinarias, una extraña mezcla barroca y recargada de curvas orgánicas llenas de volúmenes y de ingenuidad malsana que hacen a uno imaginar una especie de Frankenstein formado con Botero y Disney formado en la escuela nocturna de Crumb; pero sus tebeos son todavía más inquietantes y destacables. Demuestran en lo gráfico esa formación crumbiana, pero también una malsana imaginación desbordada que crea enfermizas versiones de Coconino County. Obras siempre atractivas entre las que destaca especialmente Flujo, que llega ahora a las librerías. Es tentador, supongo, resumir la obra de Cooper copn el manido “crónica de una perversión”, pero sólo se demostraría que la imaginación, más que dispararse con las cosas del sexo, se repite cosa mala, y que hay lectores que a la primera muestra de tetamen, pierden el oremus. No, Flujo es otra cosa: a primera vista, una especie de porno glamouroso de Andrew Blake, de esos de ninfas de infinitas piernas con pequeñas insinuaciones sadomasoquistas, pero pasado por el tamiz de la realidad más mundana. Cambiando los pechos diseñados a golpe de Autocad por la ubre voluminosa y caída, la cintura de avispa por el Michelín currado a golpe de chopped y el chorreo de vaselina en la lente del objetivo por sudores malolientes u otras secreciones de las que es mejor no hablar.
Pero rascando un poco esa morbosa superficie, este relato de la atracción del ilustrador Martin por su inusual modelo Tina es un minucioso y detallado análisis de ese extraño proceso por el cual la mente humana es capaz de convertir lo más inesperado en obsesión enfermiza. De cómo el mundo pierde su sentido y lo que era, posiblemente, simple soledad, se transmuta en aislamiento total que sólo deja espacio para el objeto de obsesión. Pero, también, es una aproximación a los mecanismos ignotos que mueven la atracción humana, que huyen de los cánones que marcan los medios o el arte para encontrar su propio camino. La belleza idealizada mostrada en su carnosa voluptuosidad pierde su glamour y se transforma en un puro ejercicio de exhibicionismo visceral (sirva com ejemplo la excesiva -e
Y Calpurnio un genio del noveno arte.
Hala, ya lo he dicho.
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Admito mi total admiración por la obra de Calpurnio: después de más de 20 años al pie del cañón, Cuttlas sigue sorprendiéndome con cada una de esas entregas de una página donde uno se puede perder descubriendo siempre nuevos caminos, en una obra absolutamente inclasificable, pero que explora el lenguaje de la historieta como pocos autores han hecho en la historia.
Y que, encima, es divertidísimo.
Aprovechen la edición integral que publica Glénat. Imprescindible.
El héroe
Pero hay que tener cuidado: hablamos de David Rubín, de un autor que ha dado muestras sobradas de saber jugar con sentimientos descarnados a la par que reflexivos en sus obras anteriores y que, en ésta, oculta tras esa fachada de emoción aventurera algo más. No sabemos el qué, pero la narración va dejando pistas, pequeñas ideas sueltas apenas esbozadas que hablan del conflicto entre el héroe y la realidad, de la ficción enfrentada a reconocerse sólo como parte de la imaginación.
Muchas ideas, mucha pasión, mucho disfrite, mucho entretenimiento y, sobre todo, muchas ganas de ver la siguiente entrega de esta obra que se antoja, de momento, como extraordinariamente apetecible.
El bueno de Cuttlas
Edén
Mi recomendación para leer Edén es que tengan el libro a mano y que cada día lean una página al azar. Da igual que al final se repitan historias, no hay dos días que tengamos el humor igual y la lectura será completamente distinta. Ya verán ustedes como vale la pena hacerlo así y como, al final, uso se acostumbrará a estar todos los días un poquito en este particular Edén.
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Viendo las páginas de Frank, caminando por Unifactor, la tentación de comenzar a hacer relaciones con Krazy Kat es poderosa: la figura antropomorfa de Frank, un personaje basado en los “animalitos” de los dibujos animados del que nunca sabremos a ciencia cierta si es un gato, perro, conejo o especie definida, es fácilmente trasladable a Krazy y su incierta sexualidad. El universo mutante de Coconino parece una región más de Unifactor. O Unifactor parte natural de Coconino, quién sabe, aunque bien mirado en Coconino es el escenario el que muta y en Unifactor son los actores. El cerrado elenco de personajes de la obra de Herriman, casi más hermético en el caso de Woodring, el paseo de Frank frente al ladrillazo como motor de la historia…
Y llegamos al momento más delicado: “Sí, todo muy bonito, pero ¿qué cuenta Frank?”
Pues no lo sé. O sí. O yo que sé. Se podría decir, quizás, que Frank cuenta aquello que el lector quiere leer en sus páginas. Es como una especie de mantra en movimiento que va llevando al lector a una especie de trance mesmérico donde todo es posible. Las mutaciones continuas, el cambio, lo orgánico transformado en inorgánico… Todo puede ser leído como un simple gag de slapstick “vintage” depurado y descontextualizado o como una pesadilla lovecraftiana trasladada a un Dibulliwood alucinógeno y perverso. O como una profunda reflexión sobre el ser humano que toca desde los temas más trascendentes a los más banales. O quizás como una experiencia estética radical… Quién sabe. Lo único claro es que Woodring reta al lector a un viaje sin retorno a su propia psique, a una demolición descontrolada de todo lo aprendido. Leer Frank es un revulsivo total que centrifuga las neuronas a alta velocidad, un reset total del sistema de realidad establecido que deja la mente en un renovado estado de equilibrio.
Una obra maestra, una genialidad… el adjetivo es lo de menos porque Frank no los admite. Los crea.
Aunque lo que sí admite adjetivo es la calidad de la edición de Fulgencio Pimentel: espectacular. Servidor hace años que no ve algo parecido. Y me quedo corto.
Enlaces:
- Web de Jim Woodring
- The Woodring Monitor
- Fulgencio Pimentel
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Will Eisner, un dos pais da Novela Gráfica, escribiu o libro El comic y el arte secuencial, libro necesario para toda aquela persoa que queira coñecer como é o proceso de creación dun cómic.
ResponderExcluirhttp://www.normaeditorial.com/ficha.asp?0/0/012043001/0/el_comic_y_el_arte_secuencial
Para saber máis do autor entra en:
http://dreamers.com/maestrosdelcomic/html/will_eisner.html
Apoio por parte de Aira das letras á revista retranca. Se non estades enterados informádevos no seguinte enlace
ResponderExcluirhttp://www.xornal.com/artigo/2010/10/26/cultura/revista-retranca-denuncia-secuestro-do-seu-numero-papa/2010102614390400889.html
Ola
ResponderExcluirSe queredes ter información actualizada de Banmda Deseñada entrade na páxina que aparece ao fondo do blog: la carcel de papel.
Un saúdo
Ola
ResponderExcluirIncorporamos no noso fondo de BD os libros da editorial Sins Entido.
A destacar dous libros: Asterios pylop e Gemma Bovary